lunes, 27 de septiembre de 2010

When the Worlds Collides

Lo miro fijamente, ojo contra ojo; y entonces, aparentando toda la tranquilidad que puede aparentar un tipo navaja en mano, ensangrentado, hostiado y dopado hasta las cejas; le suelto muy lentamente:
- No tienes cojones para disparar. No-tienes-cojones. No. Porque... sabes que te verían salir corriendo, y queda un cadáver, te pillaran enseguida. Te ha visto el de la gasolinera entrar, si se oye un disparo y te ve salir corriendo se acordara de ti y te cogerá la matricula. Y si no te ve, o no se da cuenta, te cogerán las cámaras de vigilancia. Y te pilla la policía en dos días, si te pillan la matricula. En resumen: No-tienes-cojones.
- Entonces- veo en sus ojos que duda, que se retuerce en la incertidumbre, que no se va a atrever, mientras le tiembla la mano- Entonces… Tu tampoco- gana confianza mientras lo dice- Vas a tener huevos a matarme a navajazos y salir corriendo, ¿verdad?
- No-. Dejo caer el arma. Miento para que suelte el arma, y porque lo voy a necesitar vivo para que hable.
- Bien, acabemos con esto mano a mano.
- ¡Eso es hablar!
El se quita la chaqueta de su maldito esmoquin blanco impoluto. Lleva un chaleco y una camisa de seda rosa que deja entrever unos brazos musculosos, grandes como troncos de árbol, mayores que los de Lobo. Cojonudo. Me encanta la educación física de este país: este no aguantaría ni diez minutos de carrera continua pero fijo que levanta la de su madre en pesas.
- Antes de empezar- le digo para acojonarle, como él me acaba de acojonar con sus brazos- te diré algo bonito: yo le partí la cara al Lobo.
- ¿Ese mierdas? ¡Todo cuento! A ese lo tumbo yo de la primera hostia!- dice alegremente.
Lo dice sin reflexionar, porque es evidente que el Lobo era un buen luchador. Era duro, muy duro, y sabia pegar donde hace daño de verdad. Un poco flipado de ver pelis americanas, pero bueno. En cambio, este tipo de gente suele ser los peores luchadores, lo que menos daño aguantan: están acostumbrados que su apabullante físico acojone al rival que no se mete en peleas casi nunca. Y cuando se meten, un par de hostias y se acabo todo. Pero yo no juego a su manera. Yo he recibido ni se sabe cuántas hostias, me he tirado de un coche a doscientos y me duele hasta el alma de lo dopado que voy, así que estoy muy cabreado y soy perfectamente capaz de partirle todos los huesos uno por uno. Además, como no empiece rápido a bombear sangre al cuerpo, me da un paro del dope. Así que ahora muevo yo.
Me abalanzo rápido sobre él y le cruzo la cara de un revés. El tipo resiste bien me responde con su zurda: me cubro y absorbo casi todo el impacto. Mi espalda rompe un espejo y los cristales corren por mi nuca. Respondo con una hostia a una parte de su cuerpo no recubierta de grasa: una patada en la espinilla, donde el hueso está a flor de piel, suele joder bastante. El tipo chilla como una nena; aprovecho y le meto otra en todos los morros, le sigo dando contra la pared. Joder, soy subnormal. Como he podido… Solo quería que me acercara, está claro. Retrocede, da un salto y se lanza sobre mí. Quiero decir que se LANZA SOBRE MÍ. A esta distancia, me manda con toda su jodida inercia contra el suelo, cuando yo como un gilipollas intento frenarlo quedándome de pie y tratando de resistir solo empeoro las cosas (joder, quien pensaba que era ¿Conan?), y de milagro no me revienta como una bolsa de patatas vacía contra las baldosas. Me cae encima como una tonelada de ladrillos y comienza a asfixiarme.

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