domingo, 31 de octubre de 2010

Enemigo a las Puertas.

- ¡Jefe, ha llegado la policía!
El personaje de blanco se quito los auriculares y se aparto de su portátil.
- ¿Cuántos?
- Pocos. Deben de estar comprobando si es una broma.
- Joder, que mierda de país. No vienen aunque los avises ¿Donde está Petrarca?
- ¿Petrarca? Creo que fuera haciendo los “preparativos”.
- Llámale. Y dile que traiga a su “amigo”
- Ok.
Se coloco el auricular de nuevo y dijo:
- ¿Christof, cuantos se acercan y quiénes son?
- Son tres coches de la policía nacional. Dos polis por coche.
- Ok.
En ese momento entra el bandido de antes y otro sujeto más corriendo hacia él.
- Bien, Petrarca, ha llegado tu hora. ¿Has perdido tu toque?
- Imposible- dice exhibiendo un maletín enorme y sonriendo de una manera tan brutal que le ven todos los dientes.
- Hazlo rápido.
Petrarca va a una ventana sin más y la abre un poco. Con gestos rápidos y entrenados; abre el maletín y coloca sucesivas piezas entre sí, montando un horrible fusil de precisión conocido como Barrett M82. Si la publicidad no miente, pensó Petrarca, su potencia es tal que es un peligro para los vuelos civiles. Le encantaba tener esta arma en sus manos. Antes había tenido un fusil italiano de mala muerte (¿Desde cuándo los italianos sabían hacer fusiles de precisión?), tener uno de estos ahora, era un autentica gozada. Sintiendo el placer reverberar en cada uno de sus dedos; Petrarca comenzó a encañonar al primer coche…
Fue muy rápido, como mandan los canones. La pareja de policía salió del coche. A la vez. Pero no llego a cerrar la puerta del coche el del asiento del piloto, porque un terrible impacto lo lazó del suelo como dos cuartas del suelo; y como un muñeco de paja se desparramo por el suelo mientras un terrible agujero del tamaño de una moneda de dos euros se abrió en su pecho, y sonriendo sin parar y entre sacudidas, el tipo comenzó a hacer espasmos de dolor involuntarios, retorciéndose y sangrando como un cerdo en agonía.
El otro policía no podía dar crédito a lo que veía; en diez años de oficio no le había pasado jamás nada semejante. Sin poder creer lo que veía salto al otro lado del capo y desenfundó el arma mientras gritaba por lo radio:
- ¿Pidan refuerzos, hostias, pidan refuerzos?
- ¿Qué cojones ha pasado? ¿Qué le ha pasado a López? ¿Qué coño ha sido eso?
- ¡¿Y yo que sé… ¡? ¡Creo que le han dado con un fusil de mira telescópica!
- ¿Qué? ¡Puede confirma eso que acaba de decir?
- ¡Joder, llamen refuerzos y vámonos de aquí o esos tipos nos matan a todos a balazo!
- …
- Jefe, ha caído uno. ¿Le meto a otro?- dijo Petrarca sintiendo el gusto de la muerte en sus labios.- Lo tengo a tiro.
- No, no, no. Ya vale. No empieces a matar a diestro y siniestro. Era solo una advertencia. Déjalos ir.
- Ok, jefe. – pero Petrarca tenía otros planes. Le habían dicho que no podía matar a otro, pero no que no pudiera disparar. Tenía munición de sobra para cuando comience el baile. Simplemente siguió el coche a la fuga y… blam. El disparo esta vez arranco de cuajo la defensa trasera, movió el coche y lo desvió de tal forma que puso un bordillo a la velocidad que iba; reventó un neumático y perdió el control, estrellándose contra la pared. El policía ensangrentado salió del coche arrastrándose como pudo. Le apunto. Que fácil seria, casi no se movía.
- He dicho que no- sonó muy suave la voz del jefe- No ahora. Luego vas a tener la posibilidad de afinar tu puntería. Luego. No ahora.
Qué razón tenía. Tan solo diez minutos llegaron veinte coches de la policía nacional, una docena de la Guardia Civil, no menos de diez de la secreta; y varios furgones de los GEOS.
- Grupo clásico… ¿Están los preparativos?
- Todo puesto y dispuesto.
- Bien. Comienza lo bueno.

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