domingo, 24 de octubre de 2010

Same Old Story

Banco Hermanos Rosemberg. 3.00 de la tarde.
Ramírez, el botones, esta aburrido. No hace nada más que aparcar coches de lujo. Al principio, con la emoción de conducir aquellas joyas(los clientes del banco no eran precisamente cualquiera) se lo pasaba bien, pero ya habían pasado casi cinco años y ahora apenas podía evitar un bostezo cada vez que lo pensaba. Pero no sabía porque, hoy pensaba que sería diferente, quizá un pálpito. O quizá fuese su vida que era una puta mierda. Podía ser.
Un Maserati se para delante de la puerta. Una pareja de italianos con cara de dinero se baja, le tira las llaves a un botones y se pierde por el camino. Un Mercedes, y sale una tipa con un caniche. Un Ferrari, un viejo y una tipa de veintipocos. Un Lexus nuevo, blanco. Los Botones del banco van recogiendo los coches, uno por uno y lo aparcan en un parking subterráneo, ese es su trabajo. Se aburría solo de pensarlo siquiera el siguiente: le tocaba a él. Haber que era...
Un Seat 124, tuneado con doble alerón, llantas giratorias, cuádruple tubo de escape, luces azules en el fondo del coche; pintado en rojo con unas llamas en las que arde un esqueleto con revolver y sombrero de Cow Boy pintado en las puertas, que llega hasta el techo, donde está pintado una bandera americana de la Confederación. Aparece al fondo de la calle, y derrapa para tomar la esquina; acelera de nuevo con un sonido delicioso como de ronroneo de gato en agonía que vomita; y por fin con un frenazo brusco que hace saltar humo de las ruedas se detiene totalmente. Ramírez, aburrido ni siquiera miro que era, simplemente se acerco a pedirle las llaves; pero apenas tuvo tiempo de evitar que se le tirara encima. Ramírez entonces echo de menos haber ido ir al gimnasio más de vez en cuando en los últimos cinco años. Apenas un segundo antes…. salto a plomo en la acera para esquivarlo y se esguinzo el pie como una rama seca. Entonces Ramirez comenzó a cagarse en todo lo cagable.
Su puerta se abre hacia arriba(contra la lógica); y Ramírez desde su posición solo ve unas botas vaqueras blancas de piel de serpiente con espuela; levanta la vista y ve sorprendido a un tipo, alto, delgado y con un traje blanco, de camisa negra, corbata blanca, y gafas de sol negras y que le quedan estúpidamente enormes y desproporcionadas; como el sombrero de ala ancha que le ocupa prácticamente de hombro a hombro, lleva un maletín amplio y un bigote también amplio y abultado. Con un solo salto, cruzo la acera, le tiro las llaves encima de la cabeza a Ramírez, y enfilo la puerta principal. Tras cruzar la verja; cogió el caminito que dividía en dos el cuidado parque, con sus pavos reales, su estanque, su flores importadas, su jardinero fiel, su todo. Silbando el hilo musical mientras hacía amago de bailar moviendo excesivamente los brazos al ritmo (balanceando ostensiblemente el maletín; ) de pronto dio un saltito orgasmico de placer al extasis de la musica y entrecruzó las espuelas, de las que saltaron chispas; y se paro y siguió como si nada.
Dieciséis cámaras lo enfocaron, como hacían rutinariamente, gracias a sus sensores de movimiento, con todos los visitantes que pasaban; y el las saludo con el maletín en alto.
- ¡Buenos días, princesa!
Mientras seguía bailando a su ritmo, y por fin llego a la arcada principal.
Una enorme escalera de mármol se abría frente a el , y a ambos lados había numerosa gente(de dinero, claro) y mostradores con personal abriendo y cerrando cuentas. La planta era cuadrada, (como el edificio en sí y el jardín) Había caros y grandes cuadros en las paredes, y oro en las lámparas de araña, y cristal de bohemia; y sofás de piel (piel, piel).Había guardias de seguridad de esmoquin, y hasta una cafetería a un lado, y despachos a ambos laterales, donde se trataban las transacciones absurdamente grandes. Todo bullía en gente que iba, gente que venía, dinero que iba y que salia.
El pintoresco personaje de blanco; miro a su alrededor, se paró un segundo y enfilo un empleado ocioso: en los bancos donde se mueve dinero no hace falta esperar mucho. Era un tipejo viejo, de cara chupada, con gafas de cadenilla de oro. Con mucha educación, poso su maletín, se recoloco las gafas, hizo un ademán con las manos para que esperase el del mostrador; y rebusco en su bolsillo. Pero como parece que no encontraba lo que buscaba, miro en el otro, como tampoco estaba allí, se palmoteo furioso los bolsillos del pantalón ¡Tampoco! Dio una palmada furioso y ¡por fin! Dejo al descubierto su cinturón y desenfundo, con mucha premura, un revolver blanco plateado de enormes dimensiones, tipo Magnum 500.
- Esto es un atraco.- dijo muy tranquilamente.
El tipo de enfrente no sabe muy bien que decir. Se queda mirando, parpadea, traga saliva y continúa enjuagándose la frente con un pañuelo:
- Pero no puede ser… esto esta lleno de guardias. Le detendrán enseguida. No tiene ninguna posibilidad. -En ese preciso instante una veintena de personajes vestidos de militares y pasamontañas entre por la puerta a saco y disparan una ráfaga en el techo.
- ¡Quieto todo el mundo!
El tipo de blanco sonríe. Apoya los codos en el mostrador despreocupado y enciende un puro.
- Las cámaras… En un minuto... Esta perdido.- trata de asustarlo el viejo.
- ¡Oh!- dice con leve acento inglés - Se refiere sin duda, buen hombre, a esas cámaras- las señala con el revólver- Fíjese: voy a saludarlas. –y mueve la mano arriba y abajo. Para estupor del tipejín, la cámara responde moviéndose en sus goznes arriba y abajo.
- ¡Salude!- dice el tipo de blanco.
Efectivamente, hoy no iba a ser un día normal.

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