miércoles, 27 de octubre de 2010

Pulp Fiction

Bueno señores, les voy a explicar la situación – comenzó el bandido de blanco a su distinguida audiencia.- Estamos llevando a cabo uno de los mejores, más inteligentes (je, je) y audaces atracos de la historia.- Enseño su enorme revolver- Por supuesto, no piensen ni por un momento oponer la mas mínima resistencia. En estos asuntos no hay término medio. Soy extranjero, y con mi historial es más que probable que si me cogen me condenen a muerte. Pasa lo mismo con parte de los integrantes a muerte. Como entenderán enseguida, eso va a hacer que o bien nos llevemos bien, o bien acabaran muertos. Si me pillan muero, así que poco me importa liquidarlos a todos si se entrometen. Por si no lo saben, la última vez me libre de la silla eléctrica con un informe psicológico, así que se lo que me digo: no intenten locuras. Mis amigos van armados con la ultima generación de armas- hizo una seña a uno para que se acercase- Este arma de aquí se llama fusil de asalto Abakan o AN-94, es lo último en tecnología punta del ejército ruso. Tiene una cadencia de 1800 balas por minuto; y es capaz literalmente de disparar dos balas al mismo tiempo por el mismo cañón. El arma dispara tan rápido que el retroceso no ha tenido tiempo de actuar cuando sale otra. de tal manera que es increíblemente precisa. Esto de aquí es un lanzagranadas equipado CP-30. Su arma de mano es la SIG Sauer P226, una excelente arma utilizada por los SEAL americanos. Alguno lleva la Desert Eagle 50, conocida popularmente como “la escopeta de mano”. Como soy un poco maniaco con estas cosas, todos mis hombres van equipados con chalecos antibalas, gafas de visor infrarrojas y se comunican entre ellos por un interfono con señal propia. Quizá se pregunten porque les explico todo esto. Bueno, quizá no se hayan fijado. Pero acaban de entrar veinte tipos y aquí solo hay ocho. Bueno, el resto mientras les distraía hablando ha ido a encargarse de los guardias de seguridad. No son muchos, y sabiendo lo que cobran no creo que opongan resistencia. Si alguno de todas maneras vio muchas películas; no creo que con su armamento y entrenamiento vaya ir lejos contra mis hombres. Digo esto para que olviden cualquier esperanza de rescate desde el interior; digo esto para que comprendan que no den intentar nada, y para que me entreguen todos sus móviles; y no me vengan con que yo no tengo o solo tengo uno que no cuela. Si dicen eso me obligaran a cachearles (lo que puedo hacer gratis con algunas de los presentes si me lo piden educadamente) y si les encuentro algo les meto un tiro entre ceja y ceja. Están avisados. Ahora por favor relájense y disfruten de una oportunidad única, todo esto va a terminar muy pronto, si puedo hacerlo como lo planee todo; luego podrán ir a contar sus experiencias a un plató de televisión. Muchas gracias. Gracias.- se dirigió al tipo de su derecha y le susurró. -Ponles contra las ventanas. Que comprendan que no van a poder tirar desde ellas.
- ¡Pero jefe, los cristales están blindados! Como no tiren con un cañón no…
- Hazlo rápido. Por si acaso.
- Bueno, Ok, jefe.
Se puso el auricular:
- Grupo hispano. ¿Como va todo?
- Bien, jefe. Todos los tipos de la zona se rinden sin pelea. No valen un duro todos estos gordos hijo de putas. Mucho gimnasio a hacer brazo, pocos cojones.
- ¿Bien, los tienes a todos?
- Casi jefe, Falta uno.
- Bueno, cógelo y se acabo todo.
- Claro. En un segundo.
- ¿Grupo Francés? ¿Cómo va esto?
- …
Emilio Alvargonzalez nunca se considero un hombre valiente, pero ahora era el momento de ser un hombre: gracias a Dios tenía cuatro móviles, cuando dio tres nadie desconfió. Ahora que nadie miraba y nadie estaba atento era el momento adecuado: con mucho cuidado lo saco dl bolsillo, miro a un lado y a otro y con mucha suavidad marco los números uno a uno muy lentamente. Nadie miraba. Nadie parecía estar atento, ni siquiera el resto de rehenes Bien, bien… Marco el 911. Línea. Hizo como se agachaba y escondió el móvil entre la maga del abrigo y su boca:
- Urgencia. Atraco en…
Pero se quedo mudo enseguida cuando vio las botas de piel de serpeinte justo enfrente de el otra vez:
- Vaya, vaya.- enarco una ceja
- No… No es …
- Déjemelo, por favor.- sonrió
- Yo… no…
- Por favor.
- Esto
- Insisto con educación.
- Tome.- La corbata no le llegaba al cuello.- Aquí tiene.
- Gracias- le sonrió muy cálidamente, enarcando las dos cejas como un muñequito manga. Oiga, ¿es la policía? Sí, soy el de antes. ¡Ya se lo he dicho, estoy atracando un banco? ¿Cuándo piensan venir?
- El teléfono de urgencias no está para bromas.
- ¿Sabes? No me gustan que me digan que bromeo. Métase esto en la cabeza señorita: yo no bromeo. No he bromeado nunca. Pero quizá prefiera oír esto.- Le cogió una pistola a uno de sus sicarios y apunto a la cabeza al tipo del móvil: -Dígale a esta señorita que no bromeo. Dígaselo.
- Señorita por Dios, que esto es un atraco. Envié ayuda…
- Gastar bromas a un teléfono de urgencias es un delito punible con hasta…
- Bueno se acabo- Abrió fuego a bocajarro. Una. Otra. Otra.- ¿Ha oído esto señorita? ¿Aun piensa que bromeo?
- Pero, pero…
- O vienen pronto o me cargo al resto. Fin del mensaje- Colgó. –Anda, levántate. La próxima vez no tendrás tanta suerte. Tiro a matar.
El tipo nunca había visto la muerte tan de cerca. Tras agujeros de bala rodeaban su cabeza en abanico. Un espeso charco de orín manchaba sus pantalones. Nunca más.
- Grupo Americano. ¿Cómo va eso?

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