lunes, 26 de septiembre de 2011

Inception

Titán sintió como la energía fluía directamente de sus manos, como abrazaba el poder supremo; y vio, la energía, el fuego, la destrucción, el vacío, la muerte, y la sensación, la seducción que ejerce el poder le recorrió el cuerpo y le estremeció el alma y por un instante se olvido e todo, dejo que fluyera de él, se volvió uno con él, se olvido de todo, y miro con desprecio a esas caras asquerosas, a esas horribles bestias, a esos engendros sin Dios, sin orden, fruto del caos ejercido por los hombres en un universo de crueldad, de retorcidas maquinaciones. El era, como ellos mismos, víctima de ese Universo, de ese desprecio, de esas maquinaciones que le superaban, y el compendia el odio que sentían hacia él, de la amargura que sentían porque él sentía lo mismo, y duplicaba y redirigía ese odio hacia ellos mismos. Y vio como cian, como cedía ante su empuje, olio su carne quemada, sintió como sus fluidos estallaban y hervía y hacían ebullición, vio como le manchaban, vio trozos de miembros amputados volar, girar y crepitar antes de un instante después burbujear y desparecer; y sintió una despiadada alegría, una insania obsesión, y por u instante se sintió maldito y dichoso, y se emborracho de aquella sensación, de ser martirio, de ser látigo, de ser verdugo implacable, y juez y jurado de muerte y destrucción, y deseo que no solo hubiera mil de aquellos seres, sino que tenía que haber dos o tres mil mas, para poder acabar con ellos, y que ojala tuviera una sola cabeza para poder corarla de un tajo y olvidar así por un instante que era un hombre sin cara, que su vida era un infierno y que solo podía olvidarlo metiendo a los demás en un infierno similar.
Y veinte, treinta cuarenta de aquellos seres cayeron y se retorcieron y desaparecieron en un instante; y su lugar fue ocupado por otros veinte, treinta cuarenta de aquellos seres…
Titán grito desafiante.
Y veinte, treinta cuarenta de aquellos seres cayeron y se retorcieron y desaparecieron en un instante; y su lugar fue ocupado por otros veinte, treinta cuarenta de aquellos seres…
Titán gritó desafiante.
Y veinte, treinta cuarenta de aquellos seres cayeron y se retorcieron y desaparecieron en un instante; y su lugar fue ocupado por otros veinte, treinta cuarenta de aquellos seres…
Y entonces se esfumo el placer, sintió el dolor en sus manos, sintió como el poder no era suficiente y como hasta el poder ilimitado nunca es suficiente para colmar un pozo de odio, y sintió la soledad de nuevo, sintió el odio de aquellas criaturas y…
No.
Se estaba engañando.
Aquellas criaturas no podía odiarle.
No tenían esa capacidad.
Eran creaciones humanas.
Pero aunque la tuvieran, no tendrían verdadero odio, porque sería un odio regulado, dictado, y eso no era verdadero odio.
Él era el único que sentía odio hacia unos seres que solo podían inspirar lastima.
Eran maquinas de combate o trabajo, sin otro capacidad, sin otro interés, y serian desechadas cuando no pudieran cumplir su función.
No tenían interés ni suelos. No odian amar o odiar.
Y veinte, treinta cuarenta de aquellos seres cayeron y se retorcieron y desaparecieron en un instante; y su lugar fue ocupado por otros veinte, treinta cuarenta de aquellos seres…
Pero Titán ya no gritaba, ni disfrutaba.
Aquella lucha ya era vana.
Ya tenía un perdedor.
Y aunque lo sabía, no podía dejar de disparar más y más energía, de aniquilar más y más de aquella pseudovida.
Ya no sentía sus manos.
Tenía los dos brazos completamente inertes de soportar tanta tensión.
Y frustrado y abrió al máximo los glifos que concentraban su poder y escupió su rabia.
Y veinte, treinta cuarenta de aquellos seres cayeron y se retorcieron y desaparecieron en un instante; y su lugar fue ocupado por otros veinte, treinta cuarenta de aquellos seres…
Y entonces el dolor, cabalgo su espalda, restallo todos sus huesos y aniquilo su espíritu.
Pero ya no podía dejar de disparar.
Era eso para lo que había asido programado.
Pero el había decido convertirse en aquel horrible ser.
Lo había hecho libremente.
Y también libremente, había decido odiar.
El era el único monstruo allí.
Y comprender aquello le hizo sentir aun más rabia y disparar con más fuerza.
Y entonces cayó; primero de rodillas y luego sobres sus codos.
Y cerró los ojos y lloro amargamente.
Entre aquel flujo de energía cada vez más debilitado, había visto un filamento negro que crecía y se retorcía Y desaparecía, y por un instante lo comprendió TODO y se desmoronó…
AQUELLO ERA SU SANGRE.
Una mandíbulas chasquearon cerca de su cara justo un segundo antes que unas informes garras sujetaran su cabeza por la nuca.
Solo suplico que fuera rápido.

..
.
Gauss no podía abrir fuego a bocajarro. Sabía que a esta distancia saldrían volando él y sus compañeros. Pero no importaba. Tenía recursos de sobra. Llevo su mano derecha al hombro izquierdo con un gesto bien entrenado desenfundó su acero.
Lo sospeso en su mano.
Media más de tres metros de largo por más de medio de ancho.
Miro la inscripción.
Era la misma que aparecía grabada en todas sus armas.
Ultima ratio regum.
El último argumento de los reyes.
Sonrió.
Había armas láseres, había cañones de plasma, había viajes interplanetarios, pero a la hora de la verdad, el ser humano se seguía matando igual.
Si bueno, era verdad que ese filo estaba afilado al laser, que era metal extraduro creado a partir de una nueva aleación y que sus vértices habían sido diseñados por ordenador, pero el concepto básico era el de la Edad de Hierro.
A fin de cuentas el sentimiento era el mismo que hacía dos mil años.
Miro el pomo.
TYR.
El Dios Nórdico de la Guerra.
Sospeso de nuevo el arma.
Sonrió.
E hizo que el cráneo de una de aquellas cosas lo sospesara también.
Fue el primero en caer bajo su acero.
Pero no fue el único.
Con un barrido lateral, corto en horizontal seis más. Antes de que pudieran ocupar su sitio, otra media docena caía ahora en el sentido opuesto.
Sonrió.
- ¡MÁS!
Aceptaron su desafío.
Doce más cayeron.
- ¡MÁS!
Y otros doce, veinticuatro.
- ¡MÁS!
Treinta y seis.
- ¡MÁS!
¿Más?
¿Seguro, Gauss?
- ¡MÁS!
Vale, vale.
- ¡M-ÁS!

Como quieras.
- ¡M-Á----Sss!
Y por fin se acabo todo.
Algunos se le subieron por la espalda.
Otros le blocaron las piernas.
Otros se tiraron bajo sus pies.
Otros le cercaron sus brazos.
Todos mordieron, gritaron, arañaron y se encresparon alrededor.
Gauss boqueo, pidió aire y pateo, golpeo, pisoteo y aulló tanto como pudo. Dio igual.
Si, algunas cabezas estallaron contra el suelo, algunas más fueron decapitadas, algunos cuerpos mas desmembrados.
Pero al final…
Solo importaba el número.
Y él era uno.
Y ellos…
Ellos…

..
.
Snake soltó rápidamente ekl rifle- era obvio que era inútil contra aquelal maraña- y desenfundo la dos pistolas.
En realidad, el sabia que todo esto era inútil.
Un brindis al sol, un sinsentido que era un mero compas de espera.
Al final el número se impondría.
Pero pensándolo bien, todo era un sinsentido.
¿Porqué morir a años luz de tu casa?
¿Por qué morir peleando contra seres que ni siquiera sabían porque luchaban?
¡Porque?
No tenía sentido.
El más mínimo.
Y por eso mismo, disparó.
A esta distancia, una cabeza del tamaño de la de un buey reventó como una castaña al fuego y el cuerpo cedió entre horribles convulsiones.
Uno menos.
Solo quedaban dos mil.
Unas garras tiraron de su brazo, pero su otra mano abrió fuego a bocajarro.
Mil novecientos noventa y nueve.
Cargo hacia adelante mientras había fuego.
Mil novecientos noventa y ocho.
Perdón, noventa y siete.
Noventa y seis.
Retrocedió disparando, hasta su posición original volvió a cargar y repitió la maniobra una y otra vez.
Una y otra.
Una y otra.
- ¡Qué os jodan!
Pero a aquellos seres no les importaba que les insultara.
De hecho, no les importaba que les matara.
No les importaba nada.
Solo matarle.
Y en realidad, eso no les importaba, solo se les había ordenado hacerlo.
Aquello no tenía sentido.
Ninguno.
Snake solía creer que la humanidad había avanzado, que existía el progreso, que había que creer en la razón, que todo en esta vida tenía algún tipo de sentido…
Menuda sarta de tonterías.
Allí delante tenía mas mil contradicciones a todas esas ideas.
Snake miro cara a cara a uno de aquellos oxímorones vivientes.
Y sintió el peor terror en su alma.
El único que existe.
El único verdadero.
El Terror que produce comprender la verdad.
Dejo que sus armas besen el suelo.
Pronto la acompañaría.
Unas tenazas de acero le engancharon el visor del casco y apretaron con toda su fuerza.
La armadura crujió como un ser que agoniza.
Los sistemas respondieron y enviaron una descarga eléctrica, aniquilando a aquel ser.
Pero daba igual.
Ya todo daba igual.
Otro ser ocupo su lugar.
Otra descarga.
Otro.
Otra descarga.
Otro.
Ya no había más descargas.
¡Importaba?
No.
Unas tenazas de acero le engancharon el visor del casco y apretaron con toda su fuerza.
Snake sintió como el cristal crujía, como el acero se combaba, como el acido chisporroteaba y agujeraba el casco.
Snake sintió como aquellas tenazas desgarraban su piel, palpaban su carne, saboreaban su sangre.

..
.
Luz.

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