domingo, 24 de noviembre de 2013

El Abismo te Devulve la Mirada



Día 49. Año 6
23:32
-         Ten cuidado, cariño. –dijo Matild abrazándole.
-         Bah. ¿Qué me va a pasar? ¿Me van a comer?
-         Ten cuidado – fue su única respuesta, y le beso en la mejilla con suavidad- Ten mucho cuidado- le susurró al oído.
-         ¡Ya está bien!- se rio él- ¡No voy a la guerra, Matild!- se agacho hasta que su cara quedo justo enfrente a la de la rubia secretaria- En tres días estoy aquí otra vez. Tres días. Te lo prometo ¿Vale?- le mordió con suavidad en la oreja. -Tres días. Tres días y estoy aquí de nuevo.
-         Eso espero- replicó ella moviendo la cabeza- Eso espero. Bueno. -ahogo un sollozo- No te digo adiós ¿Vale? Solo te digo hasta luego. –y torció el gesto.
-         ¿Qué pasa?- dijo el riendo, pero la risa se le olvido pronto cuando vio el reflejo de una lagrima corriendo por la mejilla- ¿Qué te pasa? ¿Qué es tan grave, por Dios?
Ella esquivo su mirada, tratando de volverse y marcharse, pero él no la dejo.
-         ¿Qué pasa?- le pregunto de nuevo.
No obtuvo respuesta esta vez tampoco.
-         ¿Qué es lo que pasa?- gritó el, tirando de ella hacia sí.
Cuando ella le enseñó el rostro, lloraba tanto que tenía toda la cara enrojecida.
-         Nada, no lo sé…- titubeo- Tengo un mal presentimiento.
-         ¿Eso es todo?
Ella miro a un lado y a otro, se separó de él y chillo mientras escapaba:
-         ¡Ayer soñé que morías!
Lilyum quedo parado, con los brazos caídos en los costados, mirando al infinito durante un buen rato. Por fin extrajo algo de un bolsillo y lo apretó en el puño derecho con fuerza.
Se limpió el sudor de su frente. Estaba empapada en sudor frio.
Cuando Lilyum abrió la puerta del dormitorio; lo primero que vio fue a Matt en pijama, hablando a voces con Krugman, que metido en su cama, escuchaba pacientemente la perorata del físico con resignación.
-         ¡Es un cabrón, un mentiroso hijo de puta, eso es lo que es, si!
-         Ya.
-         Nos ha mentido, nos ha mentido siempre, desde el primer día hasta el último. Juega con nosotros, hace lo que le sale de los cojones…
-         Calma.
-         No, no quiero calmarme, no me da la gana ¡No quiero! ¡Ese hijo de puta! ¡Me ha encerrado aquí para que no hable! ¡Para que nadie sepa cuan cabrón es… ¡
-         ¡Ejem!- Le interrumpió Lilyum- ¿No deberían estar durmiendo ya? Ciertas partes de esta charlecita podrían considerarse…
-         ¿Sí? Pues díselo tú. Yo llevo así desde las diez.- se quejó Krugman.
-         ¡Tú! ¡La puerta!- balbuceó Matt, y se tiró hacia ella de un salto. Pero cuando llego a tocarla, el pesado brazo de Lilyum se interpuso entre ambos, y con un fuerte empujón, Matt cayó sobre la cama.
-         ¡Déjame pasar!- chilló levantándose como un relámpago- ¡Tengo que decirle a todo el mundo…!
Lilyum lo miró con asombro: era más que palpable el contraste entre la energía de Matt y su desmadrado  y enclenque físico.
-         Son las doce ya.- contestó muy calmado- Están todos durmiendo. ¿No los querrás despertar, verdad?- le dijo muy suavemente, acercándose a él a apenas unos centimetros. – Sería muy descortés de tu parte- endureció el gesto, apoyando la palma de su mano en su hombro. – Quédate aquí. Por favor. Descansa.
Matt pestañeo varias veces y no dijo nada. De pronto dio un chillido, como un animal herido, y comenzó a convulsionarse. Krugman se levantó rápidamente, pero cuando lo hizo; Matt ya estaba echado, en la cama, y parecía muy tranquilo. Vio un brillo  en la mano del teniente, y sonrió.
-         ¡Gracias a Dios!- respiró Krugman, aliviado.- ¿No podías haber venido media hora antes?
-         Bueno, ya sabes, la parienta- dijo él guiñándole un ojo.- Buenas noches.
Pero no se durmió. Lilyum por lo general, se echaba recto, como un lingote de hierro, brazos y piernas relajados y espalda quieta, como había aprendido a hacer en el servicio militar, donde las camas eran estrechas ya de por si y aún más para su espalda musculada. Quizás porque hoy no había hecho ejercicio, o tal vez por la cena; pero es anoche no se pudo dormir. A la hora se levantó, dio un paseo por la habitación, y volvió a echarse. Nada, era incapaz. Trato de entretenerse en alguna lectura, y encendió de nuevo su lentilla informática para leer cualquier cosa. Pero no tenía esa costumbre, y no sirvió de nada. Así que simplemente abrió los ojos y los dejos clavados en el techo, hasta que perdió la noción del tiempo y todos los minutos y horas se perdieron y quedaron allí amalgamados contra la pared del techo. 
El sopor lo venció sin darse cuenta y comenzó a soñar casi inmediatamente. Soñó cosas extrañísimas. Primero soñó que tenía ocho años y su padre lo llevaba a su pueblo natal. Allí estaba su abuelo, que lo llevaba luego de pesca al lago. Mientras pescaba en su barca, el abuelo de pronto decía:
. Siete.- y levantaba siete dedos.- Siete son mejor que uno- decía sonriendo.
Él sonreía a su vez y contestaba:
-         Eso ya lo sé, abuelo.
Pero su abuelo volvía a decir:
- Siete. Siete son mejor que uno. 
- Eso ya lo sé, abuelo.- y se volvía a reír.
Y así una y otra vez.
Luego, su sueño se volvía borroso a causa de la monotonía, y se vio asimismo empapado, flotando en una tabla con su hermano; en un gélido mar (sabía que era gélido, pero sin embargo no veía hielo por ninguna parte) y poco faltaba para que los golpes de mar partiesen la tabla o los ahogasen. Su hermano gritaba algo que se perdía en el viento, y entonces algo enormemente grande pasaba al lado de la tabla, algo tan grande como para mover la tabla con simplemente rozarla, y Lilyum comprobó con horror lo que era cuando una siniestra aleta asomó. Mordiscos y dentelladas empezaron a verse por doquier, quizás por el ataque de varios escualos o quizás uno que atacaba muy rápidamente; hasta que por fin la tabla cedía, los dos hermanos se separaban; el mar o un gran espalda inclinaba la tabla y él se deslizaba, frio y húmedo y aterrado, chillando hacia un destino dentado.
Su sueño se rompió de pronto, pensó “tan solo es un sueño” y con apenas una vuelta en la cama volvió a dormirse. Hubo un vacío, donde se vio a si mismo durmiendo, o quizás se habia despertado un tiempo, y volvió a soñar.  Estaba con un traje horrible por lo raro, incómodo y pesado; y estaba en un habitáculo estrechísimo con otros dos hombres que no conocía de nada. El trataba de decir algo, pero nadie parecía escucharlo, (ni el mismo) y veía, como desde fuera una nave extrañísima, y él se sabía dentro. Sin que supiera porque, el nerviosismo creció dentro de él, y entonces vio que a la izquierda de su rostro había un manojo de cables en llamas:
-         ¡Fuego! ¡Huelo fuego!
Dos segundos más tarde el otro compañero gritaba:
-         ¡Fuego! ¡Fuego en la cabina!
-         El trataba de escapar, trataba de luchar contra los cordajes, pero ellos resistían, y entre el humo, el fuego que avanzaba inexorable, le rodeaba. Deseperado, trataba de quiatarse incluso la escafandra, de arrancarsela, de escapar de alli como pudiera, pero era incapaz. Y lo último que veía, en el reflejo de su visor, era el baile burlón de las llamas, que desatadas, se aprestaban a a consumirlo con deleite.
Encharcado en sudor, Lilyum se despertó bruscamente con un grito, .
Justo enfrente, Krugman le miraba con una benevolente sonrisa.
-         ¿Qué tal ha dormido, Lilyum? ¡La misión comienza! ¿No querrá llegar tarde, verdad?

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