sábado, 4 de diciembre de 2010

Run Man Run

- Vaya, vaya así que Rommel. Con todos mis respetos ¿No debería estar muerto, maldito bastardo?
- Erwin Rommel, su peor pesadilla nació el 15 de Noviembre de 1881 en Heidenheim, Alférez en 1914, siendo ascendido a teniente en 1915, ascendido a capitán en 1917 y distinguido con la condecoración pour la merite en 1917, en el 33 a Mayor, en el 35 a Teniente Coronel, en el 39 a General, en 1942 a Mariscal de Campo…
- …Muerto el 14 de Octubre de 1944. Muy bien: ¿me va a cobrar la clase de historia o no?
- No, amigo, no. Lo que voy a hacer es volarle por los aires. A usted y a toda esa gente de mierda que llama “banda”.
- ¿Ah, sí, personajillo? Y como pretende hacer semejante cosa ¿Va a venir hasta aquí con el fusil en la mano y a dispararme a bocajarro? Esa es la manera más rápida de matarme, ¿Porque no lo intenta?
- La distancia entre las cimas es la más corta para pasar de una montaña a otra, pero para ello son necesarios largas piernas, que diría Nietzsche. Yo prefiero un camino más indirecto, más sutil.
- Ya. Pues siento jugar asi de sucio pero le voy a decir una cosa: o se rinde o empezare a cargarme rehenes. Tiene siete segundos para responder. Uno, dos, tres…
- Hágalo.
- Cuatro, cinco, seis.
- Hágalo- No se escucho nada más.
- No me tome en broma, gilipollas- bramó lleno de furia desde el otro lado. Sonaron varios disparos.- Ya esta, ha caído el primero. ¿Quiere tener más muertes sobre su conciencia?
- ¿Mas?- desde el otro lado llego una carcajada monumental. -¿Más?
- Le he dicho que no bromee- contesto el otro muy seco. Dos tiros- Ha caído otro.
- ¿Una preciosa mujer de cabellos rubios? Desnude el cadáver y madame la foto por el bluetooth del móvil.
- Se equivoca usted al no tomar en serio a Karl May.
- Oh, por favor trátame de “tu”. Por cierto, lo de Karl May es un nombre molón, no cabe duda, pero yo le voy a llamar Timmy. ¿Ok? Por cierto, ¿quien se cree que es para hablar en tercera persona ¿ ¿Julio Cesar? Escúcheme Timmy. Esta conversación es muy interesante, pero creo que es hora de acabar con esta farsa. Guarde algo de su ingenio para cuando me reúna con usted en el infierno, no quiero aburrirme allí abajo. Esta usted más muerto que vivo, le informo. En apenas diez segundos lo volare por los aires. En PE-DA-CI-TOS. ¿Me oye, Timmy? O se le acabo el ..
- Vaya, vaya… Es usted más inteligente de lo que me imagine en un principio. Ha sido realmente ingenioso, pero lo voy a contestar una cosa. No sé lo que pretende, pero en este momento, mientras le distraía hablando de tonterías, mi hacker ha estado triangulando su señal. Debe de estará punto de acabar ahora. Cuando me diga su posición exacta tardare tan solo un segundo en…
- Su hacker no va a encontrar una mierda, gilipollas. Su hacker ha caído. Su ordenador es ahora nuestro. Esa era lo que pretendía decirle, gilipollas.
- Si quiere decirme que lo han matado podrían es que son imbéciles. Acabo de hablar con el por una line codificada que tenemos el y yo nada más. Y…
- No lo hemos matado. Hemos crackeado su ordenador. Gracias a el tenemos los códigos de los explosivos. En cualquier momento activamos los explosivos que ha colocado por todo el edificio y lo volamos en pedazos. Podemos explotarlos por separado, así que cuando sepa su posición exacta lo mando al otro barrio. A usted y a los de su banda. Y a los rehenes por gilipollas y ricos cabrones. Se acabo la partida, lunático. Ya se lo dije.
- …- se oyó una tensa respiración al otro lado de la línea- ¿Eso es todo? Rommel Rommel, cuando me dijo que iba a matarme… por un segundo lo tome en serio ¿Sabe? No es nada especial, no le temo a la muerte. La he visto ya demasiado. Pero me joderia fastidiar mi obra maestra ahora que estoy tan cerca del final. Más que nada por las molestias de prepararlo todo, ¿Sabe? Pero si ese es su plan, puedo dormir tranquilo. Yo tengo una señal entre los explosivos y mi ordenador exclusivo. Desde aquí puedo ordenar su explosión, también. Eso quiere decir que puedo volarlo en pedazos ahora mismo, si quisiera, o empezar a volar zonas al azar, hasta encontrarlo, si me obliga a hacerlo por las bravas.
- Imbécil… No tenía que haberme dicho eso… Ahora solo me queda el triste destino de volarnos a os dos dándole al botón yo primero. Es una pena, pero no me deja opción. Si voy a ir al infierno, espero que me acompañe. Ha sido usted mi diversión más especial. Y como …
- ¿Pero qué dice?
- Si le doy al botón no puede cancelar la orden porque explotaría inmediatamente. Como no sé exactamente donde esta no puedo apretar un botón al azar y esperar si es el sector bueno o no. Solo me deja la opción de volar varios a la vez. Pero si usted se ve entre la espalda y la pared, puede hacer lo mismo que yo, claro. Y decidir qué ya que va morir, volar todos de un tirón. ¿Verdad?
- Un buen plan, pero tiene un problema. Si usted quisiera suicidarse y matarme ya lo hubiera hecho sin decirme nada. Por ello doy por sentado que no lo hará. Demasiado calor en Irak para perderlo ahora todo ¿Eh?.
- A no ser que me meta entre en la espada y la pared. Por cierto, usted ha predicho mi jugada, pero tampoco lo ha hecho. Tiene el mismo apego a la vida que yo, ¿Verdad, Timmy?
- Cierto. Pero tengo una idea. Resolvamos esto como personas civilizadas. Seamos serios, no quiero echar a perder mi obra maestra, ni decir que todo acabo con el nerviosismo de quien apretó el botón el primero. Eso vale para rusos y americanos en los años 50, pero no para mí. No quiero terminar de una forma tan poco… romántica. Termines esto al viejo modo.
- ¿Y qué me propone?
- Un duelo a pistola. Su Desert Ealgle 50 contra mi Magnum 500.
- ¿Cuándo sería ese duelo?
- Ahora mismo. Mire. El reloj de la fachada tiene más de ciento cincuenta años. No se ha tocado desde hace casi veinte y atrasa mucho. Dentro de diez minutos exactos dará las doce del mediodía. Nos veremos en el pasillo que lleva la sala de juntas B, pero por la parte de atrás, el pasillo que utilizan las limpiadoras y que comunica las tres salas de juntas. Un pasillo largo, sin nada de un punto a otro: nada donde esconderse, ni escapar. Quince metros de largo, no cabe mas que una persona de ancho. No puede haber ni trampa ni cartón. Cuando suenen la última campanada, abrimos fuego. ¿Qué dice?
- Como podría yo declinar tan maravillosa oferta. Es una idea tan buena como cualquier otra para matarlo.
- ¿Matar a un caballero de Texas en un duelo a pistola? ¿Debería haber visto más películas, antes de meterse donde no sabe Rommel. He matado ya a veinte tres tipos en duelos al viejo estilo americano.
- Si quiere asustarme así tendrá que mejorar mucho Timmy.
- Bueno, le dejo, creo que es hora que haga testamento. Me vera durante doce segundos y medio allí arriba, Rommel.
- Ok, jefe. Nos vemos.- La comunicación ceso de pronto.
Karl desenfundo su enorme revolver y se sentó en una silla próxima. Miro el reloj, que estaba lógicamente sincronizado con el del edificio. Quedaban ahora nueve minutos exactos. Extrajo los enormes cartuchos uno a uno y los puso encima de un taburete formando un circulo. Con gran parsimonia cogió uno, lo sospeso un momento, lo olio y la paso le lengua por la punta, como si estuviera probándolo; como si fuera un catador ante un buen vino. Paladeo un tiempo el sabor en su boca. Luego introdujo la bala en el tambor y lo hizo girar. Comenzó a repetir la operación con cada bala mientras pasaban pesadamente los segundos. Ninguno de los bandidos, aunque no sabían lo que estaban pasando, osaban hacer ninguna pregunta. El tiempo corría cuando con su intercomunicador comenzó a hablar de nuevo:
- Rommel se que está ahí. Seguro que cogió el intercomunicador a uno de los que mato ¿Eh? Bueno dígame una cosa:
- …- al otro lado no se oyó ninguna palabra, pero se notaba la respiración de alguien.
- Dígame… ¿Qué James Bond prefiere, Roger Moore o Pierce Brosman? Sean Connery es intocable, por supuesto. Es para pasar el rato hasta que lo mate.
- Yo siempre fui más de películas del Oeste, que le vamos a hacer. Ya que estamos, a ver si adivina este acertijo:
“El que lo hace, no lo quiere,
El que lo compra no lo usa,
El que lo usa no lo ve”
- Vale, prometo pensarlo. Me quedan cuatro minutos todavía.- apagó el intercomunicador.
- ¿Qué coño seria?- se recostó en su silla y se calo hasta la nariz el sombrero. Tenia que pensar, no podía – de ninguna manera asistir al duelo sin la respuesta. Seria como perder otro duelo particular, otra batalla, esta mental. Pero no se le ocurria nada. Estaba demasiado cerca del problema, y a la vez, demasiado lejos. Su mente nadaba en círculos.
Tres minutos.
El tiempo apremiaba.
Dos minutos.
No lo sabía.
Un minuto.
Tenía que comenzar a moverse. Se levanto tranquilamente de la silla, sin prisa. Se despidió de sus hombres.
- Volveré en un minuto veinte segundos, chicos. Potaos bien. Que me acompañe un solo hombre. ¡Tu! Mark Twain. Ven
No hizo preguntas. Nadie sabía porque, pero no parecían necesarias. Con una gran clama, ambos se encaminaron hacia las escaleras. El tiempo corría inexorablemente. Quedaba menos de cuarenta segundos. Recorrió con prisa los pasillos.. Treinta segundos… ¡Ya lo sabía! Era un ataúd, la respuesta. Se le acaba de ocurrir. Ya podía presentarse tranquilo al duelo. Si no lo hubiera sabido hubiera perdido seguro. Era cuestión de orgullo. El otro lo sabía. Él lo sabía.
Veinte segundos. Comenzó a subir las escaleras acompañado. Caundo llego al ultimo escalón, le hizo una señal al otro para que se quedase allí. Con su mano izquierda encendio el móvil y puso la banda sonora del “La Muerte tiene un precio”. Subio el ultimo escalón.
Diez segundos.
Al otro lado no había nadie.
¿Se había rajado? Imposible.. no podía ser…
Del otro lado llegaron pasos.
Cinco segundos.
Apareció la punta de su cabeza.
Cuatro.
El busto.
Tres.
Medio cuerpo.
Dos.
Ya estaba en posición.
Uno.
Nadie se movió.
Cero…
Ambos respiraron.
Los relojes de los dos sonaron simultáneamente.
Cero.
Cero.
La primera campanada hizo retumbar la pared.
Karl hizo amago de llevarse la mano al cinto.
Dos campanadas.
Tres campanadas.
Ojo contra ojo, pupila contra pupila.
Cinco campanadas.
Karl pestañeo.
Seis campanadas.
Rommel pestañeo.
Siete campanadas.
Las manos se crisparon sobre las culatas.
Nueve.
Karl respiro profundamente.
Once.
Nadie se movió un centímetro. Todos estáticos.
Doce.
Todo lo que vino después fue cuestión de una decima de segundo.
Rommel pensaba y no sin razón, que el enorme pistolón de Karl tardaría mucho mas en salir y ser apuntado que su arma.
Se equivoco.
Cuando todavía su arma chocaba en la punta con la funda, levanto un instante la mirada.
Karl ya lo estaba encañonando. Pero aquella arma no era el…
Entonces lo comprendió todo.
Karl había ganado. Lo sabía. Lo sabía él.
En su mano no llevaba el enorme revolver. Sino una versión de bolsillo del mismo, un arma más ligera y pequeña. Pero el mismo modelo.
Pero a esa distancia, igual de mortífera.
Rommel estaba muerto.
Se la había jugado, eso estaba claro.
Y ahora había perdido la partida.
Era su fin.
Karl sonrió con unos dientes impolutos. Su sombrero se balanceó hacia adelante.
El arma ya estaba en posición.
Rommel inspiro profundamente, preparándose para lo inevitable.
- Sayonara, baby.
Y entonces comprendió que había cometido un erro. Una larga experiencia en la vida le hizo saber que algo iba mal. Algo…
Una laser le deslumbro en un ojo.
No podía ser… El cristal blindado. No, no. De ninguna manera.
Casi pudo ver la bala cuando llego hacia la ventana,
No rompió ningún cristal.
Pero que…
El sombrero reventó y salió volando. Rodo aparatosamente por el suelo.
La sangre mancho el suelo.
Rommel respiro tranquilo.
Saco un habano.
- Cuando se dispara, no se habla.

1 comentario:

  1. Señores,
    aquí tenemos al Tarantino Español o mejor dicho Tarantino es el Publio Carisio americano...

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