viernes, 24 de diciembre de 2010

Piedra Contra Tijera

Jon salto seis escalones de golpe, flexionó las rodillas y rodo con el impacto sobre su hombro. Miro el cartel informativo. Solo tres pisos más. Como un resorte se alzó de un salto y siguió corriendo por el pasillo a todo lo que daba. La velocidad era parte fundamental de su plan. La sorpresa era…
La sorpresa se la llevó él.
Como dos trenes, Jon y Christof chocaron y cayeron hacia atrás.
Los dos no sabían quién era el otro, pero los dos se apuntaron con las pistolas mientras caían.
No hacerlo podría ser cuestión de vida o muerte.
Hacerlo sería cuestión de vida o muerte.
Ahora solo era cuestión de saber quién era más rápido.
Empatados.
Como dos autómatas las pistolas cantaron mientras los dos caen de espaldas.
Pero no ha nacido todavía quien cayendo pueda dar a un rival que también cae a su vez.
Las balas silbaron por encima de ellos, dos por parte de Jon, tres por parte de Christof, pero con idéntico resultado.
Como un animal, salto con sus pies hacia adelante mientras sus pulmones gritaban llenos de furia. Sus botas se reventaron contra la cara de su rival, y su mano derecha intento apuntar hacia la cabeza de su contrario. Pero la zurda de su contrario se reventó contra su cara con una fuerza descomunal, haciendo saltar sangre hacia el suelo. Enroscados en un abrazo mortal, el pie de Jon consiguió machacar con su talón la mano derecha de Christof, cuando alzó su pistola victorioso hacia la frente de si rival, la zuda de este disparo un obús hacia la nariz ya dañada de Jon. Esta vez el golpe fue demoledor, y la nariz se astilló. Un espeso magma comenzó a taponar toda su respiración y lo dejo medio seco por unos instantes. Antes de que pudiera reaccionar, los brazo del otro se aprovecharon de su indefensión y con maestría temdieron un cerrojo alrededor de la muñeca derecha de Jon y reventaron la mano contra la barandilla.El dolor fue enorme, y a pesar de que Jon puso todo su empeño en resistirse, en luchar y no abir la mano, al tercer golpe la pistola se cayó hacia el hueco de la escalera.
Ahora si que estaba jodido.
Jon reventó a su rival en la boca del estomago un golpe cojoundo y este doblado por el golpe agachó la cabeza, lo justo y necesario para que un segundo obus le rentase los dientes.
Christof cayó de espaldas, pero Jon no pudo celebrar la victoria.
Y puede que no lo hiciera nunca, porque había cometido un error fatal.
Christof había caído al lado de la pistola, y con una sonrisa de oreja a oreja rugió triunfante:
- ¡He matado chechenos, he matado kosovares y ahora voy a matar a un vasco! ¡Me encantan las limpiezas étnicas!
Con un gesto de triunfo, apretó el gatillo.
Jon retrocedió, pero se dio cuenta de que perdía pie y cayó a plomo escaleras abajo.
Aquello le salvó la vida, si es que no se desnucaba con el golpe.
Los golpes por fin cesaron, pero le dolía todo y el mundo no paraba de dar vueltas, vueltas y revueltas. Apoyado sobre un codo, intento fijar la vista sobre su contrario y saber donde coño estaba.
Al menos eso no le fue negado.
Estaba en el rellano de un piso. Buen sitio para morir, pensó él.
En lo alto del otro piso, apareció de nuevo Christof con su arma.
Jon lo miro con resignación mientras intentaba rodar, arrastrase o hacer algo para que no le diese.
Christof se sonrió.
Tenía a su rival arrastrándose como una culebra sin cabeza a tres metros por debajo.
Era demasiado fácil.
Demasiado.
Tan fácil era el tiro que se dejo llevar por la sensación de triunfo, de prepotencia, de seguridad.
De arrogancia, que es el peor de los pecados capitales, aquel que los hace querer igualarse a Dios.
El tiro era demasiado fácil.
Demasiado.
Por eso lo falló.
No uno, dos veces.
Las balas reventaron a escasos centímetros de la cabeza de Jon (¿por qué no apuntaste al cuerpo, Christof, que era mucho más fácil?).
Bueno, que coño importaba.
Jon se levantó como un zombi.
Christof le miro a los ojos y grito para sus adentros. “Estas muerto, hijo de la gran puta”
Había fallado dos, pero no fallaría una tercera.
Jon se abalanzo hacia adelante a la desesperada, hacia las piernas de su contrincante.
Pero Christof fue más rápido. Su brazo apuntó y…
Acababa de olvidar algo fundamental.
La Walther PPK solo tenía seis balas.
No.
La pistola restallo vacía. Y un pensamiento cruzo su mete.
Definitivamente, Christof, eres gilipollas.
Un segundo después rodaba escaleras abajo. Su cabeza reboto contra una esquina y cayó como un trapo en el mismo rellano que hace un segundo estaba Jon esperando la muerte. Así era la vida.
Así era la muerte.
Antes de que pudiera recuperarse, Jon le cruzo los morros una vez más. Intento responder a ciegas, porque estaba completamente mareado, pero no le dio, o no le dio suficientemente fuerte, y Jon la volvió a enganchar en un ojo, y esta vez no hubo otra. Perdió pie y cayo de espaladas hacia el otro rellano.
Pero esta vez su trasero reboto en una escalera y pudo rodar sobre su espalda a la desesperada.
Cuando Jon se le vino encima como un jabalí en celo, estaba preparado.
Su bota izquierda le reventó lacara de una hostia, y con un elegante movimiento de tijereta le toco ahora el turno a la derecha, que como si patease un balón de futbol desequilibró a Jon hacia las escaleras. Christof se le echo encima muy rápido y ambos cayeron ahora hacia el tercer rellano.
Jon no pudo contener a su rial en la primera embestida y ahora cayo con su enemigo encima. Una explosión de dolor deshizo su cadera con el golpe, y por un instante no pudo pensar en otra cosa que no fuera dolor, dolor y más me cago la puta.
Con un último esfuerzo, se deshizo de su rival empujando su estomago con los pies y haciendo la catapulta hacia adelante.
Como un boxeador al borde del agotamiento, se irguió desafiante y lanzo otro derechazo. Pero Christof se echo hacia detrás y esquivo el golpe, antes de lanzar de seguido un puntapié a la defensiva hacia el plexo solar de Jon.
Normalmente ese golpe no debería haber hecho caer a Jon.
Pero lo hizo.
Un escalofrió de dolor, de dolor; ¡DE DOLOR! Le sacudió hasta el último centímetro de su cabeza orgullosa. Aquel golpe puede que le hubiese afectado la columna. Y con un quejido deslumbrante se desplomo sobre su espalda mientras aullaba de dolor puro.
Christof no pudo evitar una risita maliciosa. Ahora tenia ventaja, mucha ventaja. Lo sabía, lo olía. Jon estaba muerto. Podía, podía matarlo con las manos desnudas. Y regodeándose en su victoria, no pudo evitar hacer otro chiste racista a los que eran tan aficionado.
- Bueno Jon, bueno… En Bilbao solo hay Yonquis, putas y etarras… Tu tenias una pistola, pero también cara de Yonqui, pero ahora viéndote llorar como una nena no se definirte bien. ¿Quizá las tres cosas a la vez?
- Pues tú para ser hacker mafioso lo tienes todo. Eres friky, eres del este, te crees muy duro, eres gilipollas. No son lágrimas de dolor, no de pena. Son de alegría.
- ¿Qué coño dices...? Estás muerto, gilipollas.
- No. Lo estás tú.
Y entonces comprendió. El letrero de arriba… Esto no era un rellano.
Era el último piso.
No.
No.
¡NO!
Blam.
El suelo se acercaba gran velocidad. Y antes de morir, Christof no pudo evitar pensar que…
Definitivamente, Christof, eres gilipollas.

P.D Proximamente sacará un especial de navidad. !Felices fiestas a todos los que siguen el Blog o se hayan metido por error!

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