lunes, 16 de enero de 2012

Fluyan mis lagrimas, dijo el policia.

            El pasillo me lleva directo y sin sobresaltos: este Salvor es un tipo de honor, lo que está bien, muy bien, porque puedo aprovecharlo.
Por fin, un puerta me deja en la parte de detrás de unos baños. Miro concienzudamente antes de salir, pero no veo a nadie. Tampoco me sobra el tiempo y mi plan siempre implico correr riesgos, así que miro un poco más y, sin más, salgo.
En los baños no hay nadie. Cuando salgo, me doy cuenta porque, en la puerta cuelga un cartel de “fuera de servicio”. Salgo tranquilamente y camino sin prisas, para disimular; mientras me dirijo al ascensor de nuevo.
Llamo al ascensor y lo espero silbando, aunque por dentro el corazón me late con fuerza. No puedo dejar de pensar en la cara de hijo de puta de Salvor, en su prepotencia y su arrogancia, en la sonrisita de gilipollas que tiene y en lo mucho que me gustaría verla sin dientes y ensangrentada. Pero eso tendrá que esperar. Ahora lo primero será…
El ascensor llega por fin, y sus puertas se abren…
Silbando, entro…
En el próximo segundo pasan un montón de cosas.
Detrás de las puertas, entre las sombras del ascensor, la figura de un ¿Hombre? acecha. Mandíbula cuadrada, hombros grandes y espalda inmensa. Su cuerpo, cuando se acerca a la luz, veo que está cruzado por cables en todas las direcciones  y protegido en ciertos puntos por gruesas  planchas de metal. Con mecánico y monótono desinterés, levanta el arma  y brama:
-      Estra usted detenido.
-          Quédese quieto y no oponga resistencia. Sera usted juzgado de acuerdo a…
Pero ya no le escucho. Antes de que fije el blanco con el fusil que lleva, me aprovecho del protocolo y desvió el arma con la punta del pie.
-          Ahora el uso de la fuerza esta permitido.- anuncia con fría determinación.
Pues muy bien, como quieras. No he venido aquí a entregarme al primer subnormal que lo intente. Veamos si vales la mitad de lo que aparentas.
Con un salto cargo contra el, empujándolo contra la pared opuesta del ascensor; mientras las puertas se cierran detrás nuestro, quizás hayamos apretado algún botón sin darnos cuenta o se hayan activado solas, demasiadas preguntas y yo tengo cosas mejores que hacer. Mientras sigo forcejeando con el, saco la navaja con la derecha y a la deseperada, le meto el hierro por el cuello apuntando a la yugular. Pero el acero rebota en acero.
Ahora es la hora del llanto y del crujido de dientes.
He subestimado a este tipo y lo voy a pagar.
Su rodilla impacta contra mi pecho, y con la misma velocidad que el aire sale de mis pulmones; solo unas decimas antes de que la culata del rifle me reviente los morros tirándome hacia atrás.
El rifle me encañona y hace fuego a quemarropa.
Solo me salvas tres escasos, tres jodidos, tres benditos centímetros.
Me tiro hacia sus patas, y trato de retorcerlas o de hacerles una llave, pero es inútil. Este tipo de chapa y pintura solo debe obedece las reglas de la termodinámica, y porque le sale a cuenta., el hijo de puta.
Cambio de estrategia.
Sigo retorciéndome como buenamente puedo entre sus patas, mientras tiro de mi navaja y le apuñalo los músculos del gemelo. Ahí cede -¿Ahí, sí, eh, hijo de puta?-  A la vez que corto parte del cableado. Su boca y me puño tiene  un intercambio de pareceres, y le meto con todo.
Pero el hijo de la grandísima puta no hace ni el amago de cubrirse o de esquivar los golpes, no hace nada mas, ni siquiera cuando dientes y mas dientes salen volando o cuando sus labios se agrietan para conducir de forma correcta la sangre que a borbotones sale de la cavidad respiro-digestiva.
-       ¡Dime algo hijo de puta, grítame, insúltame, cágate en mi puta madre pero di algo! ¡Algo!
-       Está usted detenido. Dispóngase a ser arrestado. Está usted detenido. Dispóngase a ser arrestado. Está usted detenido. Dispóngase a ser arrestado. Está usted detenido. Dispóngase a ser arrestado. …- repite una y otra vez.
-       ¡Cállate!
Gira de nuevo el fusil, buscándome con el cómo puede, arrancando con sus disparos a lo loco trozos y mas trozos de pared; le cojo el arma por el cañón y trato de quitársela, pero el otro tira con más fuerza y sigue disparando; y como tiene muchas más fuerza que yo, esto se convierte en una inútil carrera contra reloj a ver cuánto tarda en vencer.
Pero no soy tan tonto como para perder así. En el último momento, tiro con todo lo que puedo, el otro responde tirando mas, momento que aprovecho para soltar el arma.
Cae de espaldas a plomo, y yo me tiro encima de él como puedo, clavándole las rodillas en los bíceps y metiéndole el arma por la boca.
No se inmuta, ni siquiera cuando retuerzo la navaja y le secciono la lengua o le tajo las encías, ni siquiera cuando se la meto por el esófago en zigzag, nada, nada ¡NADA!
Ni un jodido adiós.
La sangre que sale como un geiser  me ciega los ojos, y por casualidad o por ello, me engancha por el cuello con una de sus piernas y me quita de encima como puede, a la vez que se medio incorpora y utiliza sus dos manos para estrangularme.
Pero es muy previsible y a pesar de su enorme fuerza y le bloqueo como puedo, y con un movimiento de cadera lo desequilibro  y ahora es mi brazo izquierdo quien le estrangula mientras mi codo derecho se cae y una y otra vez encima de su nariz.
Lo único que veo es que ha parado de sangrar, de alguna manera.
No sé si funciona a válvulas o a pilas.
Pero no me gusta nada.
Si no sangra, no puedo matarlo.
Dejo su nariz y recupero mi navaja.
Sus manos vuelven a mi cuello, ignorando mi presión sobre el suyo, y es una mala notica eso de que no respire o no lo aparente. Pero mi hierro le destroza las manos, que vuelven una y otra vez, para ser apuñaladas de nuevo y para volver una y otra vez.
Los labios y la piel se amoratan, por lo visto al final el tío si respiraba. Con un espasmo mitad agónico mitad titánico  el tío me quita de encima como una mosca. Su pie me golpea con mi fuerza la cara, y mi cabeza se estrella contra la pared con fuerza. Mareado, me tiro a ciegas contra el arma. El ve mi movimiento y me intenta derribar con las piernas, y el hijo de puta lo consigue. Pero sus manos están muertas, y sin mas se abalanza a la desesperada contra mí,.
BLAM.
El disparo lo coge de lleno, le mantiene en el aire como un pajarito, cortando su impulso y rebotándolo hacia atrás´.
Con un cráter del tamaño de un volcán abierto en su pecho, se retuerce como la puta mierda que es, moviendo sus patas mecánicamente como una cucaracha mientras patéticamente vomita sangre a la vez que trata de levantarse, de caminar o de hacer simplmenete algo mientras se resisten en vano a morir.
Por un instante, me da pena.
Me debo de estar volviendo viejo.
BLAM.
Entre ceja y ceja, o mejor dicho, visto lo que dispara esto, entre hombro y hombro.
No queda ni la muestra de su cabeza.
BAM.
Otra más al pecho para asegúrame.
BLAM.
BLAM.
BLAM.
Es una pena que no sientas nada.
O puede que no hayas sido programado par sentir nada.
O que de todas formas ya ESTÉS muerto.
Pero aun asi.
BLAM.
BLAM.
BLAM.
BLAM.
BLAM.
Ah…. Mucho mejor.

Se acabo la alegría.
El ascensor se ha detenido, sus puertas se han abierto.
Y media docena de guardias más me están apuntando con sus armas.
Media docena de asesinos con la mejor tecnología del mundo apuntando a un puto mierdas como yo.
Estoy jodido.
Muy jodido.
No me matan,  no. Hay que cumplir el protocolo y yo no les he dado excusa, no ofrezco resistencia. Me rodea, y me sacan del ascensor entre todos y esposado.
Bloque de detención, primera planta.
Me echan a una sala sin luz, un semicírculo delante de una pantalla rodeado de asientos vacías colocados  ascendentemente.
-       Sala de juicios.- dice alguien o algo.
La enorme pantalla se enciende y es tan grande y está tan cerca  que me ciega.
No veo nada, pero cuando oigo lo que oigo casi lo prefiero.
-       ¡En pie! El Magistrado del tribunal Supremo….
-       Hola. Soy Salvor Hardin, edil y magistrado Supremo. Dispóngase a ser juzgado con todas las garantías..

No hay comentarios:

Publicar un comentario