miércoles, 14 de diciembre de 2011

La Reisa dei Conti

 Si, que lista eres.
Demasiado.
La telaraña es perfecta salvo por un detalle. Por un instante, por un solo instante mantengo la cabeza fría. Y ella es un monstruo perfecto, pero quien lo creara cometió otro. Al dotar a esta bestia de inteligencia, de placer por la caza, la dotó de un  pecado terrible, el peor de todos.
La arrogancia.
Por un instante no ataca, regodeándose en su triunfo, y dándome la oportunidad de hacer una última acción. Giro sobre mis talones, estudió la telaraña y juego mi última carta.
La paradoja de la telaraña.
¿Por qué una araña no se queda pegada en su propia tela?
Porque hay trozos de la tela que no pegan, que son los que utiliza la araña para moverse por ella.
Con mi mirada recorro la tela en un segundo y encuentro lo que busco. Si fuera una araña normal no se notaria, pero aquí las marcas de uso son tan enormes que se distinguen perfectamente.
Antes que de sus garras me alcancen. Salt hacia la tela, chocó, forcejeó y vuelvo a saltar, sano y salvo al otro lado.
Ella chilla furiosa, sabiéndose engañada, y entre frustrada y jodida, carga hacia adelante, pero retrocede ante la tela; vuelve a chillar como una puta que no cobra y da media vuelta y desaparece al otro lado.
Pero esto no ha acabado. De hecho, acaba de comenzar un nuevo juego. Ahora toca jugar al gato y al ratón, pero de momento ya estamos más igualados. Yo no sé donde esta ni ella ni yo mismo, porque con tantas vueltas me he perdido, pero ella tampoco sabe donde estoy yo, ni lo sabrá. En mi mochila he traído algo por si lo que había aquí era alguna fiera, y ahora me será útil. Es un frasco de una cosa que huele a rayos y que tiene un cartel que pone “Colonia”. Lo suelen utilizar los maricones para distinguirse, pero ahora le daré un buen uso. Y la araña tiene un buen olfato, pero muy mala vista. Eso le engaña, y más sin recubro mis pies con trapos y musgo y cosas que encuentro por aquí que acolchan y evitan las vibraciones; y aun mas si la vuelvo loca tirando piedras y rompiendo tuberías al azar para engañarla con las vibraciones. Caminare, me detendré, me daré la vuelta, otro trozxo, otra parada, etc…
La guerra de nervios ha comenzado. Una y otra vez recorro los mismos pasillos, adelante y atrás, atrás y adelante y vuelta a comenzar.
Ella se vuelve loca, literalmente. No solo no me ve, sino que se pone frenética a girar como una peonza al mínimo ruido, y ella gira mal en estos pasillos, que aunque enormes, a ella le quedan justos. Ella no me ve, yo a ella sí, porque es imposible que con ese cuerpo pase desapercibida, si sabes lo que buscas. Se pone a chillar y a cargarse en mi puta madre; pero no le sirve de nada. Está furiosa, no me encuentra y se desespera.
No se da por vencida fácilmente, pero finalmente, se gira y desaparece en las sombras. Oigo como se marcha y deja la caza.
Quizá sea una trampa. Ya ha hecho amagues antes.
Espero un rato largo.
Cuando uno se juega la vida, no tiene prisas.
Otro rato más.
Nada.
Un poco más…
Nada.
Vale, se ha ido. Se me acaba de ocurrir un idea.
Y ahora, otra.
Estoy salvado… o muerto.
Muy simple.
Esa  hija de puta me guiará a la salida en la salida.
Pero a la vez, me llevará frente a ella.
Como imaginaba monta guardia, colgada boca abajo, cubriendo con su cuerpo la trampilla de salida que está en el techo. Sus jaulas hacen como una jaula alrededor de una rueda metálica que, conectada a la trampilla, sirve para abrirla. No hay otra salida, o por lo menos, no sé donde esta, y podría no haberla, así que tendré que intentarlo por ahí, sea como sea.
Se me ocurre algo, un plan al viejo estilo. O todo o nada, y “todo” sería un límite de varios segundos, y “nada” una agonía de días encerrado en una tela mientras eso me tortura con sangriento placer.
El agua en esta parte del canal no corre. No tengo alternativa, porque ella tiene sus ojos fijos en el pasillo por donde vengo, y si me ve venir, adiós plan.
Me meto en ella sin miedo cuando compruebo el cierre de  la mochila y que es impermeable como pedí. Bien.
Ato un pantalón que traje por la pernera y obtengo una cómoda bolsa de reserva de  aire que puede servir también de flotador.
Y esta. Buceo sin prisa por entre ese montón de chorreante mierda, medio reptando por el fondo, donde por suerte, no hay nada esperándome. Al fin y al cabo, nadie llega hasta aquí, así que no hay nada que comer. Y la araña no es una mala competidora, claro.
Por fin, tras hacer una buena distancia, salgo por el otro lado. Espero que me seque sin prisas y sigo con mi plan. Saco de mi mochila un espray, un trozo de trapo; rompo la parte de arriba, meto el trapo dentro; y consigo un poco de fuego con un par de piedras y yesca.  Me acercó silenciosamente y la observo, ocupada en seguir mirando al otro lado del pasillo.
Perfecto.
Empiezo a moverse silenciosamente, y en el último momento, comienzo a correr mientras grito con fuerza.
Cuando ella se gira, le arrojó el espray, que estalla en llamas; y ella pillada de lleno, se asusta y con un grito mitad ira, mitad dolor cae a plomo al suelo, es mi oportunidad y lo sé, giro la trampilla y con un salto alcanzó la escalera.
Ella intenta, a la desesperada, tratar de engancharme con una pata, y metiéndola por el tubo, comienza a buscarme a tientas por él. Pero ahora tengo mí revancha; con mi navaja la apuñalo con fuerza, una y otra vez, una y otra mientras grito:
-       ¡ Jodete, hija de puta, jodete! ¡Grita más alto, no te oigo!  ¡Jodete! ¡No te oigo! ¡Más alto! ¡Mas! ¡Ah, sí, dame mas, mas! ¡Ya casi me corro oyéndote  gritar, hija de puta! ¡Ah, sí, un poco más! ¡Un poco mas! ¡Ya casi llego!
La sangre se escurre tubería abajo, y por fin  retira su pata herida entre estremecimientos.
He ganado.
Pero no puedo evitar recordar lo que he visto.
Porque cuando el fuego le ilumino el cuerpo por una fracción de segundo, pude ver como a su bestial e informe cuerpo iban unidos todo un amasijo de cables y chapas de metal incrustadas en el. Erra un monstruo total,  mitad maquina, creada por la sociedad de Arriba, una creación para nuestro exterminio.
Pero lo peor de todo es que llevaba un emblema, el emblema corporativo, el mismo que llevaba el cadáver que encontré, en los papeles que llevaba, el emblema de Salvor Hardin.
Sea como sea, en realidad, si tengo que salir por aquí otra vez es posible que volvamos A VERNOS.
Pero no te preocupes.
Estaré preparado, amiga.
La próxima vez, será la última.
Es una promesa.

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