martes, 29 de enero de 2013

Un Vi(r)aje Inesperado



Escribiendo yo estas líneas en mi ordenador estaba yo cuando un timbrazo impositivo me arranca de mi fervor creativo y de las ensoñaciones producidas por el láudano masivo.
-       ¡Toc, toc!
Vaya… dejo de escribir y voy a mirar quien demontres es (! Vaya, que educado soy cuando hablo solo!). Maldiciendo yo mi suerte, corro a abrir la puerta.
-           No quiero biblias. Soy teísta.- dije. Y le cerré las puertas en las narices.
-           Un momento, amigo- contesto una voz de hierro al otro lado.- Un momento.- una mano poderosa, enfundada en un guante rojo, impidió que llegase al tope, y con facilidad, sin hacer casi esfuerzo, la abrió por completo.
-           ¡Oye! No tiene derecho usted a…
-           Al contrario- se burló él- Tengo todo el derecho del mundo.
La puerta se abrió por completo, y entonces lo vi.
Una figura imponente se cuadraba de un marco al otro de la puerta, ocupando todo el dintel. Un enorme casco blindado la cubría la cara, con juegos de oro y rojo; y una armadura desproporcionadamente ancha remataba su pecho y protegida sus piernas, anchas como pegollos de hórreo (¡!), o más cultamente, como pilares de templo grecorromano. Enroscado en zigzag entre ellas, había un sujeto repelente, enano, encorvado y de lengua bífida, cuyos ojos llameaban. En el momento que los vi a ambos, el vecino estaba viendo documentos TV, y poprt ello desde alguna parte sonó oh fortuna! Y se escuchó  entre vapores sulfurosos, una voz proveniente del abismo “Y fue arrojado el gran dragón, la serpiente antigua que se llama el diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra y sus ángeles fueron arrojados con él.”
Yo me estremecí, entre otras múltiples razones por que a) la voz había hablado en Hebreo Antiguo b) posteriormente, había sido vertida al griego clásico c) la había comprendido en ambas versiones(fenómeno documentado conocido como xenoglosia d) el susodicho animal que tenía enfrente manejaba un fusil de desproporcionados proporciones.
-           Buenas… agente… en que puedo ayudarle.
-           Agente J. V. D. –Anunció el, pavoroso como una montaña derrumbándose.
-           La SGAE- proclamo, entre estruendosas y diabólicas risas, el otro.
-           ¡Dios!
-           Puede llamarme Juez. El concepto es el mismo. Básicamente.
-           ¡Yia, ja, ja, ja! – estalló el otro con una risa maléfico-siniestra.
-           Oiga, le juro que yo no me descargue aquel disco. Yo estaba bajándome porno pero me lie con el Ares, y… Últimamente tengo problemas mentales…
-           ¿Últimamente? –me preguntan desde el otro lado de una ceja asesina- Según su historial lleva toda la vida con ellos.
-           Ya, pero es que ahora tengo tentativas de suicidio… El otro día sin ir más lejos…
-           Pues sería ya le decimonovena vez que le pasa. En la policía lo sabemos todo- dice, y me clava una mirada inquisitorial.
-           ¡Vaya! Ya no se me ocurren más excusas. ¿Me dan un rato para que piense otra?
-           No estamos aquí para que piense.
-           ¡Eso, eso!
-           Estamos aquí para detenerlo.
-           ¡Eso, eso!
-           ¡Termine con esta farsa! ¡Toda esta historia es una violación fragante! Esta usted utilizando copyrigth de otras personas.
-           ¿Pueden invitarlo a pasar?- digo yo a ver si puedo inventarte algo para salvarme el trasero.
-           No. Pasare cuando llegue el momento.
-           Vale.
El mira su reloj.
-           El momento ha llegado. Pasemos.
-           ¡Eso, eso!
-  ¿Puede ofreceros algo para beber?- acierto a decir según pasan.
-           Nos lo ofrecerá cuando llegue el momento.- me contesta ÉL.
-           ¿Y música? ¿Les gustaría escuchar algo de música mientras tanto?
-           Si. Ponga música épica.
-           ¿Perdón?
-           Épica. ¿Qué pasa, amigo, es usted tonto?
Pues nada, pongo el CD de Enya con el tema de Gladiator “Now, we are free” y me siento delante con una taza de café.
-           ¿Es falso, verdad?
-           ¿Eh?
-           Pirata, vamos. Niéguelo, vamos.
-           Lo niego.
-           Insista.
-           Insisto.
-           Enya no compuso el tema para Gladiator. Un error muy común…-me quita la taza de café de las manos y me mira a los ojos mientras sorbe- En su caso, un error fatal.-la música, detrás, llega a un crescendo.
-           Tengo Ennio Morricone, si lo prefiere.
-           El Bueno, el Feo, el Malo.
-           Como… como guste- respondo yo acongojado por la situación y metiendo otro CD al azar.- Bueno, - no sé qué decir, así que recurro a un tópico victoriano- Usted dirá…
No dice nada. Solo hace que sorbe el café y me sigue mirando fijamente.
Por fin, deja la humeante taza delante de mí y pone las dois manos sobre la mesa.
-           Toda esta historia está mal. De comienzo a final. Yo tengo prisa. Llevo la cabeza de un negro en el maletero. Y este tiene que comer carne. Iré al grano.
Se me queda mirando otro rato, lleva las manos a la taza y hace como que sorbe otro poco.
Me vuelve a quedar mirando.
Una bola de rastrojos cruza la habitación.
-           Soy un hombre ocupado. Y tengo la cabeza de un chino en la guantera…
-           Pensé que era la de un negro en el maletero.
-           Soy un hombre ocupado y con mucho odio. ¡Bueno!- choca las palmas. ¡Será mejor que me vaya o no llegaré para la cena! ¡Soy un hombre ocupado, ¿Sabe? Y todo estas historia es un caso claro, me atrevería a decir flagrante, incluso, de plagio … Afirma que el posee un documento que prueba de manera irrefutable, y permítame remarcar la palabra irrefutable.
-           ¡Eso, eso!
-           ¡Protesto! ¡Eso que lo decida un juez!
-           No se admite.
-           ¡Eso, eso!
-           ¿Quien lo dice?
-           YO-SOY-LA-LEY.-contesta el, cabreándose en sombrío rollo Batman: los ojos les brillan al rojo blanco, y una capa de noche flota su alrededor.- Hemos recibido la queja de un denunciante anónimo. Un tal A. S. L ha presentado una querella contra su persona. Afirma que su historia es un claro plagio y que… Bueno, para acortar: o firma una declaración donde se le concede una cantidad abultada o …
- ¡Glups!
-Esa reacción- dice el de la SGAE sacando un enrome cuaderno y apuntado a toda velocidad con un grueso boli- es una marca registrada. No tiene usted derecho a utilizarla. La multa será elevada.- y echa una risita.
Ya no se que decir y me quedo asi, un rato, sin hablar,hasta que el vuelvea a hablar.
Bebe otro sorbo y con los ojos a ras de la taza, me sigue mirando un rato, y pot fin, acierto a decir:
-           Espera, espera, un momento. ¿Eso no tendrá que probarlo delante de un juez y todas esas cosas tan bonitas?
-          ! Acaso duda de mi palabra!- aulla, poniendose de pie.
-           No, claro, que no pero…
-           Que conste en acta que el acusado ha renunciado a efectuar su legítima defensa.- Proclama levantando el dedo índice.
-           Yo no dicho eso- contesto, absolutamente desconcertado.
-           Oh, si que lo ha dicho. Ha dicho que no pone en duda mi palabra.
-           Claro, pero…
-           No hay peros. Yo he dicho que usted era un plagiador y usted ha estado de acuerdo. No se precisa nada más. Se levanta la sesión. Voy a dictar sentencia.
-           ¿Sentencia?- digo yo, con un hilo de voz- ¿Eso no lo debe de hacer un juez?
-           Díselo a la placa.- y se señala el hombro. Me acerco y leo “Juez D…”
-           La sentencia esta lista. Por plagiar una obra de otro escrito, se le condena a usted a efectuar el pago de un millón ochocientos mil euros, la mitad de las cuales deberá presentar desnudo en cuclillas en las oficinas centrales. Como usted no dispone sin duda, de esta cifra- dice sin dejarme hablar- Todas sus posesiones son confiscadas y pasan a formar parte del Estado. Careciendo usted, por lo tanto, de recursos o bienes muebles, la conclusión es clara: sus células, sistema nervioso central y demás, pertenecen al estado, y el Estado puede disponer  de ellas a su libre albedrio. Dado la incompatibilidad de los cuerpos físicos…
Se hace el silencio más espeso sobre la habitación.
-           Condenado a muerte- anuncia sin más.
-           Pero…
-           Su tiempo de apelación ya ha pasado.
Deja la taza sobre la mesa, muy educadamente.
Desenfunda el tremendo pistolón que lleva al cinto  y me lo arroja encima.
-           Puede efectuar usted mismo la sentencia.
- ¡Perdón? ¿Cómo dice?
- Podría resolverlo yo mismo la sentencia, pero eso llevaría un molesto papeleo, ya sabe: las complicaciones legales de que el mismo juez sea a la vez, el verdugo. Nada que no se pueda resolverla con un par de documentos firmados por la autoridad pertinente y tal, pero hoy estoy un poco cansado, así que ahórreme el trabajo si es tan amable.- y se vuelve a llevar la taza otra vez a los labios.- Claro que si no se decide en u par de segundos, lo resuelvo yo por lo contencioso-civil-  termina, señalando el fusil que reposa a su lado.
Yo apenas puedo sujetar a duras penas el pistolón, pero incluso una rata desesperada como yo puede llegar a conclusiones desesperadas:
Alzó el arma como puedo y le digo:
-       -     Es tu fin, gilipollas- tratando aparentar toda la frialdad posible- has cometido un error. Y en tu caso, un error fatal..
El sigue bebiendo como si tal cosa.
Mi arma reconoce su presa. No puede ser disparada contra un agente de la Ley, como yo, solo contra carroña como tú.
¡Mierda!
-       Vale. Y contra ese gilipollas, ¿Qué?- y salto sobre el perro que está en el sofá de al lado- ¿Qué pasa, eh? ¡A este gilipollas me lo cargo como te acerques un paso!
-       Pues vale- responde sin dignarse a lanzar una mirada tan siquiera.- Que se pudra en el infierno de los contables.
Cogido en mi porpoia trampa.
Y el todavía tiene su fusil reposando al lado.
Entonces el disco cambio y la canción paso a ser la épica epiquez de “The Big Gun Down”, y las notas discordantes se metieron a chillar en mi cabeza como si fueran un enjambre de anacondas pisoteadas; y todo se me muestra claro como el agua de un arroyo de montaña.
El deja caer la taza y su mano se dirigio al fusil, a cavar por las buenas.
Yo di un empujón al tio que tenía enganchado por el cuello y se lo tire encima.
Aún no le había caído encima cuando abría fuego a quemarropa.
Tal como pensaba aquel terrible arma destrozó de parte a parte aquel cerdo, y hendiéndolo siguió su trayectoria y reventó el pecho de Mister Policeman, que, alcanzado de lleno, desperdigo su enorme pecho por todo el enlosado.
Como incrédulo, titubeo, sus pasos titubearon también, y cayó de espaldas sobre el sofá, como si estuviera muy cansado y quisiera reposar.
Su cara aun esgrimía el odio, pero ya no le quedaba más que eso.
La vida se le escapaba por momentos.
-       Sonríe, hijo de puta.
El siguiente disparo hizo trizas las ventanas del estampido.
Y sin más, continúe escribiendo.

martes, 8 de enero de 2013

Campo de Batalla: la Tierra



El calor era sofocante en el desierto. Bajo los dos soles gemelos de Nurion; todo el planeta parecía crepitar y sofocarse. El aire mismo estaba enrarecido, su respiración era dificultosa, abrasaba.
Por eso mismo parecía una completa locura que aquel tropel humano caminase sin descanso; desafiando al calor, al polvo, al camino mismo de arena enrojecida y sibilante. Apenas con dos docenas cortas de vehículos que más bien se arrastraban como único transporte,  doscientas cincuenta personas  aferradas y apiñadas como insectos seguían infatigables por el pedregoso sendero. Tan solo otro vehículo armado delante y otro detrás tenían un estado de forma aceptable: tanto los vehículos como sus ocupantes parecían desastrosamente destartalados.
Von dejo los prismáticos y se pregunto que protegían o de que en aquel desierto; si había peligro era claramente insuficientes un par de vehículos para vigilar toda la columna, cuyo largo ocupaba mas de medio kilometro; y si no había peligro ¿De que protegían aquellos hombres?.
Quizás por el calor que hacia que las ideas bulleran casi literalmente en el cerebro, quizás por que era de cajón una idea maduró en su mente. Una sonrisa feroz afloró en sus labios, y unos despiadados dientes centellearon sobre las dunas. Volvió a colocarse los prismáticos y trasteó un poco con los sensores, calculando las distancias, midiendo tiempos y demás. Satisfecho, descendió de la duna a su todoterreno; lo encendió y apretó el acelerador a fondo. Apenas lo hizo la música atronó toda la cabina, como debía de ser; y él se despreocupó y ametralló el motor a gusto, no preocupándose más que por acelerar: la arena no era rival para la robustez de su vehículo.
Llego a su objetivo en apenas una veintena de minutos. El pueblo que le recibió se llamaba Carsson; y tenia todo la pinta de ser uno de esos pueblos que el Paradigma había borrado en su retirada; pero el enemigo había llegado antes de los  previsto y la cosa había quedado a medio hacer.  Todas las casas seguían existiendo, pero en un estado intermedio; alguna tenían dos y hasta tres fachadas; casi ninguna techo.
Salto del coche en la entrada; junto a otros ochenta o noventa que allí habría; pero por fortuna, ninguno militar. No es que le asustase, pero estaba harto de esos pesados con sus reglas y pasaportes y salvoconductos.
El pueblo consistía en una sola calle en el sentido vertical y otra horizontal; con un centenar de casas en cada sector; cada vez más destruidas cuando mas se  alejaban del centro. Llego a la plaza central, y se tomo el tiempo necesario para fumarse un cigarrillo mientras jugueteaba con los cuervos  que desgarraban a los desertores que colgaban de unos postes colocados en hilera,  siete a cada lado en paralelo, pero varios en cada poste. Muchos parecían llevar los tatuajes sangrientos que tanto gustaba al Paradigma; por lo que pueden que se tratase de prisioneros; o quizás ya estaba muertos y los habían colgado luego para descargar su ira; o quizás de todas formas fueran desertores o cobardes a los que se martirizaba así para asimilarlos al enemigo. No importaba tampoco y de todas formas tampoco eran muchos; quizás treinta o poco más.
Pocos.
La guerra se agotaba.
Como su cigarrillo.
Pero lo que nunca se acababa era el jodido desierto, pensó cabreado.
Tiro el resto y lo piso con el tacón de la bota.
Los malditos cuervos ahora se habían puesto alrededor suyo, mientras croaban y comían la carne y se peleaban entre ellos por los trozos más jugosos. Le estaba poniendo perdido de sangre y de ponzoña; y Von empezó a perder los nervios. La cosa no mejoro cuando una tras otro se le subieron encima y  se pusieron a enredarse sobre él.  La paciencia se agotó y saco el revolver.
Dos tiros y siete cuervos muertos más se marcho y se metió en el primer bar que encontró a echar un trago. “El Minero Loco”, buen título. Antes de entrar comprobó su arma, tosió un par de veces, se recolocó el sombrero y se sacudió las botas con educación.
El ambiente era acogedor. La escoria mas miserable que nunca se pudiese juntar estaba allí, toda reunida, drogándose, jugando a las cartas o amenazándose de muerte unos a otros. Por ello, nadie reparo en Von cuando se unió.  Abriéndose paso a codazos hasta la barra; Von aposento los codos y primero pidió y luego pidió un buen trago de matarratas desengrasante. Dejo que el espantoso sabor sacudiese bien su reseca garganta; y ayudado por el latigazo de dolor se puso a pensar y a recorrer el bar con la mirada. Una barra, un camarero, quizá el dueño, unas botellas detrás, un espejo. Lo típico, vamos.
-       ¿Von, verdad? –le dijo el tabernero, que parecía deseoso de hablar con alguien- ¿Es la primera vez que te dejas caer por Carsson?
-       Bah, si puede ser. Es un pueblo de mierda. No lo recordaría fácilmente.- contesto aburrido el otro.
-       La guerra lo dejo echo pedazos- dijo el otro meneando la cabeza.
-       No, ya era una mierda antes.- y se metió otro trago más para el cuerpo.
El otro lo miro un rato, como si no comprendiera.
-       Es imposible que la guerra lo dejara tan mal.- lo corto él.
El tabernero sonrió por la agudeza (o eso creyó el) y siguió con su cháchara, más animado, a la vez que seguía limpiando un vaso:
-       No te he dicho mi nombre, creo.
-       Tampoco es que me importe. –le volvió a cortar, fastidiado.
-       ¿Qué, como va el negocio?- contesto el otro como si no lo hubiera oído, o como si quisiera ganar por simple insistencia.
Von le lanzó una mirada glacial, y empezó a juguetear con la idea de sacar el revolver y enseñarle educación a ese payaso maloliente. Y además, no supo porque; pero le pareció que ese hombre le quería timar, y eso, tratándose de Von, es siempre mala cosa. Su mano descendió hacia el masivo revolver y se crispó sobre la culata. Luego el cansancio y el polvo ganaron la batalla y por no montar más jaleo entro en su juego:
-       ¿El negocio? Otra mierda. Como el pueblo. O peor. Bueno, no peor que el pueblo. Horrible. Desde que comenzó la guerra no hago más que coger desertores, por lo que nadie da un duro; y cazar aquí y allá a espías y saboteadores. Mierda. Ponzoña. No dan nada por ellos y hay que meterse en zonas de guerra para pillarlos, o aun peor; ir a campos de evacuados. Bah. Basura.- escupió a un lado- Y luego los llevas allí y el tipo no se acuerda o no te los quiera pagar y te tienes que liar a tiros para cobrar o marcharte con las manos vacías y una amenaza de muerte por que al tío le protege un regimiento. Y así un día y otro.- y se metió otro trago.
-       ¡Von! ¡Erich Von! – grito alguien desde la puerta, y siguió hablando.- ¡Maldito hijo de puta!
-       Encantado. Yo soy Von. – Von  se giro y le saludo con el sombrero. – Y así estoy, sin casi un machacante y teniendo que beber en tabernas de mala muerte con subnormales como tu. ¡Con lo que yo he sido! Yo iba al Cristal Palace de Nussulum y tenia suite reservada y cuatro putas en el yacuzzi  esperando. Como en los Videoclips de esos raperos de 50…Y…
-       ¡Von! –volvió a gritar el hombre desde la puerta.- ¡Da la cara, hijo de puta! ¡Cerdo asesino! ¡Da la cara, si tienes cojones!
-       Calma- pidió el tabernero. – No quiero disturbios.  Ya sabes como están las cosas. Toma. Te invito a…
-       ¡Que te den por el culo, payaso! ¡Ese hijo de puta mato a mi hermano!
-       “Sick” Default. Cuatro mil. Un tío duro.- recito mecánicamente Von sin mirarlo, y se metió otro trago.
-       ¡Date la vuelta, hijo de puta! ¡Date la vuelta para que pueda matarte! ¡Vamos! ¡Te voy a demostrar quien soy!
-       Henry Default.  Maricón. Franchute. Suicida. Cadáver. Doscientos, quizás. – y se metió otro trago.
Escupiendo espuma; Henry sacó su revolver (un Peacemaker gigantesco, de cañón largo y estrecho como un cigarrillo con filtro) y le apunto entre los hombros.
-       ¡Date la vuelta! ¡Quiero acabar contigo cara a cara! ¡Mirándote a esos ojos de perro que tienes!
-       El ser humano es deprimente. Si cree que esta enfermo, se pone de verdad. Si cree que no ve, no verá. Si ve una chuleta, le entrará hambre, aunque solo sea un holograma. Tan pequeño y frágil. ¡Y se cree el rey de la creación! Habrá que ver a su creador, entonces. – y se metió otro vaso y agoto el liquido. - ¡Tabernero! ¡Ponme otro vaso! Filosofar da mucha sed.
-       ¡No te atrevas a burlarte de mí! –gimoteo el otro, detrás, amartillando el arma.
-       ¡Camarero! ¡Otro vaso, por caridad!
Pero el camarero, se había tirado al suelo detrás de la barra, como más o menos medio bar; y el otro medio había escapado afuera, oliendo el tiroteo. En el último habían muerto cuatro delincuentes y cuatro soldados del Orden.  Y todo comenzó por la correcta forma de colocarse una insignia en el uniforme.
Y Henry seguía bajo el dintel de la puerta, con el arma en ristre.
-       ¡Camarero! ¡Otro vaso! – seguía  impertérrito Von-¡Camarero! ¡Camarero! ¿Camarero? ¿Camarero?  ¿Camarero? ¡Bah! ¡A la mierda!-  e inclinándose agarro sin vergüenza alguna la botella que estaba en una balda bajo la barra y ni corto ni perezoso comenzó a bebérsela a morro.
-       ¡No te atrevas a ignorarme! ¡Maldito bastardo!
-       ¡Camarero! ¡Eh! ¿Qué haces en el suelo?- siguió Von llenándose otro vaso- ¿Qué pasa, tío te gusta comer polvo?
-       ¿Qué te pasa, Von? ¿Te asusta ver cara a cara a la muerte?- calmándose, o fingiendo calmarse, pues creyó ver que Von jugaba con él, para ponerle nervioso;  y hasta soltó una carcajada.
-       Bueno, como a todos: quien somos, de donde coño venimos, a donde coño vamos: todo eso. Las preguntas existenciales, vaya. ¿Pero sabes lo que me asusta? La estupidez humana.
-       Vaya; parece que  estamos de acuerdo en algo. Matar a un tio equivocado. Insultar a un tío que te están apuntando por la espalda, por ejemplo, es algo bastante estúpido.
-       Un  buen ejemplo. Si quieres, te doy otro más- y mientras hablaban, sus ojos brillaron con  una fuerza terrible, por un instante, y la mano resbalo hacia su cintura-: Como por ejemplo, que en una época que tenemos naves que van a tres cuartos de la velocidad de la luz, haya aún gilipollas que crean que romper espejos traiga mala suerte.
Como si le hubiesen abofeteado, Henry echó la cara repentinamente hacia atrás; una gota de sudor se agolpó en su sien y se precipito al suelo.
No llego a golpear.
Porque una decima antes, Von había apretado algo en la muñeca.
Henry vio entonces, o oyó algo, y giro la cabeza como un relámpago hacia un lateral, pero ya era demasiado tarde.
Lo que buscaba no estaba en un lateral, si no en el suelo: lo que Von se había sacudido de las botas al entrar. Cinco gramos de explosivos plásticos concentrados guiados por laser. Pero el no llego a ver, y mucho menos a entender.
Lo  primero que sintió fue la onda expansiva, golpeándolo  con la fuerza del tifón, cuando la explosión llego una centésima después, ya no tenia ojos para verla, ni odios para oírla, ni cerebro para asustarse.
Yacía hecho un amasijo de vísceras colgantes y palpitantes que recordaba mucho a un plato a base de pulpo crudo que se llama krilt. Se toma macerado en su propia salsa y frio, con alguna especia por encima.
 La gota se había evaporado.
Y la puerta del local, ensanchado un poco más en abmos sentidos.
Von termino su vaso, se recolocó el sombrero y tras dejar un billete en la mesa, se dirigió a la salida:
- ¡Espera Von! ¡ !Me debes los desperfectos del local!
. Puede coger a ese- contestó señalando al cadáver con su arma- Quizá le den algo. O quizá no. Lleve un trozo grande. Una oreja, por ejemplo.- y luego añadió, mientras salía- Considérelo… un regalo.- se toco el ala del sombrero para despedirse. Buenas tardes.- y se marchó.